miércoles, 10 de abril de 2024

RACIONALIDAD E IRRACIONALIDAD EN EL PENSAMIENTO DE KEYNES

 Danna Isabella Fuentes Ordoñez.

Objetivos.

El autor del paper a desarrollar, Alejandro Montoya (2012) pretende ratificar dos aspectos de la perspectiva analítica de Keynes. Nuestro autor argumenta que Keynes se centró en tres variables clave: la propensión a consumir, la eficiencia marginal del capital y la tasa de interés, ofreciendo una explicación tanto de sus factores objetivos como subjetivos, siendo esta distinción crucial para apartarse de la teoría neoclásica (teoría que Keynes hace mención como “clásica”) y ofrecer un marco analítico más realista de la economía capitalista, donde el desempleo involuntario y la subutilización de recursos son comunes.

En su obra, Keynes reconoció la importancia de los factores subjetivos en el comportamiento económico, lo que le llevó a elaborar los microfundamentos de su enfoque macroeconómico. Su objetivo era ofrecer un marco analítico más realista para comprender la economía capitalista, donde el desempleo involuntario y la subutilización de recursos son la norma. Por lo tanto, se argumenta en el texto de Montoya (2012) que la perspectiva analítica de Keynes sobre la racionalidad y la irracionalidad en el comportamiento económico humano sigue siendo relevante y no debe ser subestimada en comparación con el enfoque neoclásico.

El autor busca entonces como objetivo reafirmar la importancia de la perspectiva analítica de Keynes, destacando su visión única sobre la racionalidad e irracionalidad en el comportamiento económico humano. Sugiriendo además que esta perspectiva macroeconómica también se basaba en fundamentos microeconómicos, ya que consideraba tanto la racionalidad a nivel individual como social.

Desarrollo.

El paper analiza por un lado la propensión a consumir y por otro la eficiencia marginal del capital y la tasa de interés.

Keynes sostiene que la propensión a consumir de las personas no aumenta en la misma medida que el ingreso disponible, lo que sugiere un componente psicológico en esta relación. Además, distingue entre consumo y preferencia por la liquidez, esta última relacionada con la gestión de recursos en el tiempo. Montoya (2012) sugiere que la ley que rige el consumo necesario está más relacionada con aspectos biológicos y sociales que psicológicos, lo que indica que la necesidad de consumo está influenciada por factores más amplios que incluyen aspectos de necesidad y estructura social, relacionando además “la preferencia por el tiempo”. De tal manera que, el consumo se ve limitado por el tiempo, ya que las necesidades básicas de supervivencia y reproducción, tanto a nivel individual como social, requieren una satisfacción inmediata. Esto significa que la urgencia de satisfacer necesidades básicas hace que el consumo sea una prioridad sobre consideraciones financieras como la liquidez. Así, referir el consumo necesario a la preferencia por el tiempo tiene que ver con un ordenamiento lexicográfico respecto a la satisfacción jerarquizada de las necesidades básicas, bio-sociales” (Montoya, 2012).

Pero entonces, según nuestro autor esta ley psicológica de la propensión a consumir se va referir al consumo que va más allá de las necesidades básicas de supervivencia. Ya que, en grupos con ingresos mínimos, la propensión a consumir puede darse en su totalidad, es decir destinar todo su ingreso al consumo, lo que implica la realización de una fracción del ingreso nacional con su oferta correspondiente. Montoya (2012) entonces destaca que “Se trata, pues, de una ley psicológica del consumo social o agregado para el cual es factible no tener que destinar todo el ingreso disponible a la compra inmediata de bienes de consumo”, lo que podemos comprender mejor en sociedades donde la satisfacción de necesidades básicas no representa un problema, obteniendo como resultado un monto residual mayor del ingreso, de tal manera que la decisión de retener recursos para consumo no básico, inversión o ahorro puede estar motivada por emociones y comportamientos irracionales según Keynes.

La brecha entre el ingreso y el consumo implica entonces una demanda adicional que puede ser satisfecha a través del ahorro. Keynes identifica entonces ocho motivos subjetivos que influyen en la propensión a consumir:

  1. Ahorrar para imprevistos (Precaución)
  2. Planificar para futuras necesidades (Previsión).
  3. Preferir consumo futuro mayor a consumo inmediato menor (Calculo).
  4. Disfrutar de un nivel de vida creciente (Mejoramiento)
  5. Sentir independencia y capacidad de acción (Independencia).
  6. Tener recursos para proyectos especulativos o comerciales (Empresa).
  7. Dejar una herencia (Orgullo)
  8. Satisfacer la avaricia mediante la inhibición del gasto (Avaricia).

Acerca de la avaricia, Montoya destaca la importancia que Keynes atribuye al comportamiento irracional. Keynes también asocia muchos de los motivos anteriores a “prudencia financiera”. En sumo, tanto la contención de gasto y la prudencia financiera contribuyen a mantener insuficiente la demanda, lo que a su vez impide el aumento del nivel de ocupación y de la actividad económica en general.

El análisis que despliega Montoya acerca de la racionalidad económica se desarrollara en tanto de los factores objetivos y subjetivos. Mencionando que esta racionalidad existe en la formación de ahorros para imprevistos y futuras necesidades o la jubilación ya que estos actos pueden asegurar una demanda de consumo futura previsible. Sin embargo, también reconoce que las decisiones de ahorro pueden estar basadas en una “racionalidad limitada”, especialmente debido a la incertidumbre de los rendimientos futuros que hace mención Keynes, afectando a las empresas y a su vez a los individuos y las familias.

Montoya enfatiza que los actos de previsión y mejora financiera se realizan junto con otros actos, incluso aquellos calificados como irracionales por Keynes, como la ostentación, el orgullo y la avaricia. Planteándose entonces la pregunta de si es posible programar u optimizar estos comportamientos irracionales. Estos factores, tanto objetivos como subjetivos, afectan principalmente a personas y familias con ingresos medios y altos, donde la tasa de interés también influye en su propensión al consumo. Aunque el capitalismo ha ampliado la oferta de productos y servicios para estos grupos, los comportamientos subjetivos no racionales aún influyen en sus decisiones de consumo y ahorro. Montoya (2012) sugiere que estos comportamientos irracionales son similares al fetichismo descrito por Marx, refiriéndose a una pulsión subyacente de conservar y retener valores, aunque no se comprenda completamente su origen o propósito. A pesar de ser irracionales, estos comportamientos tienen efectos objetivos en la demanda efectiva y en la tendencia al ahorro, lo que sigue siendo un factor importante en la economía.

 

En cuanto a la eficiencia marginal del capital y la tasa de interés “los factores objetivos del incentivo a invertir y de la demanda efectiva de inversión tienen que ver, en principio, con el paradigma tecnológico en que se inscriben las empresas” (Montoya, 2012). Montoya entonces destacara que, a pesar de su deseo de alejarse de la teoría neoclásica, Keynes no renunciaba al postulado de rendimientos marginales decrecientes, lo que también afectaba su análisis de la función de demanda de trabajo.

Keynes consideraba que además del costo de reposición de los bienes de capital, otro factor objetivo que influía en la demanda de inversión era el precio de oferta, determinado por la escasez y la dinámica tecnológica. Sin embargo, para él, los factores subjetivos eran especialmente importantes en la determinación de la eficiencia marginal del capital y, por ende, de la demanda de inversión. Esta eficiencia estaba influenciada por los rendimientos esperados y la tasa de interés, lo que generaba incertidumbre. Para reducir esta incertidumbre, Keynes sugirió que las prácticas empresariales podrían mejorarse mediante una mejor contabilidad de costos, una mayor comprensión de la demanda potencial y una gestión financiera más eficiente. Esto ayudaría a reducir la incertidumbre y mejorar la toma de decisiones empresariales.

Con base a los planteamientos que Montoya hace sobre Keynes entiendo que la incertidumbre, especialmente la incertidumbre sustantiva sobre el futuro, era un factor crucial que afectaba la función de inversión. Los rendimientos esperados de la inversión son valores anticipados del futuro y, por lo tanto, están sujetos a estimaciones subjetivas que oscilan entre el optimismo y el pesimismo. Esta incertidumbre surge del hecho de que no se puede conocer el futuro con certeza. En la toma de decisiones, se parte de la experiencia pasada para formar expectativas sobre lo que podría suceder en el futuro. Sin embargo, proyectar estas expectativas hacia adelante es inherentemente incierto, ya que el futuro está influenciado por múltiples factores y contextos cambiantes que no pueden preverse por completo. Keynes argumentaba que, más allá del conocimiento directo, nuestras creencias sobre el futuro están basadas en argumentos sujetos a probabilidad. El conocimiento y la probabilidad de nuestras creencias son subjetivos y relativos a los individuos, ya que cada persona interpreta y evalúa la realidad de manera diferente.

Ahora bien, Montoya (2012) menciona que “además dela incertidumbre que afecta la demanda de inversión por la naturaleza de los rendimientos esperados, la eficiencia marginal del capital depende para Keynes de la tasa de interés”. Keynes explicaba que la incertidumbre afecta la demanda de inversión tanto por la naturaleza de los rendimientos esperados como por la influencia de la tasa de interés. La eficiencia marginal del capital, que es la rentabilidad esperada de la inversión, Montoya señala que se ve afectada por la tasa de interés de dos maneras:

a)    La tasa de interés marca el límite hasta donde puede garantizarse rentabilidad positiva para la inversión. Si la tasa de interés baja, se vuelven viables proyectos de inversión con tasas de retorno más bajas.

b)    La tasa de interés afecta el costo financiero de las empresas que se financian externamente, lo que influye en los rendimientos netos esperados por ellas.

Keynes señalaba que la relación entre ahorro e inversión no siempre es igual a 1, ya que el ahorro no siempre se destina exclusivamente a financiar nuevas inversiones. Esto depende de la tasa de interés, que Keynes consideraba un fenómeno "altamente psicológico" en su determinación. Para él, la tasa de interés no se determina por un mercado de fondos prestables, sino por la demanda de dinero, especialmente por el motivo especulación o preferencia por la liquidez, que está influenciado por factores psicológicos y la pulsión a retener recursos.

La preferencia por la liquidez, según Keynes, surge de la necesidad de seguridad y confianza. El dinero ofrece una mayor seguridad que otros bienes en un mundo incierto, lo que mitiga la ansiedad. La tasa de interés, en lugar de ser un premio por la espera, es vista como un premio por renunciar a disponer de liquidez, indicando el grado de ansiedad de los agentes económicos ante la incertidumbre del mercado (Montoya, 2012).

Además, la tasa de interés es un fenómeno psicológico porque también refleja un comportamiento activo en busca de ganancias. Keynes menciona el motivo especulación de la demanda de dinero, donde los agentes económicos buscan obtener ganancias inmediatas al anticiparse al mercado. La tasa de interés se ve influenciada por esta interacción con la especulación en los mercados financieros, lo que genera una competencia entre la eficiencia marginal del capital (buscada por el motivo empresa), la tasa de interés (para satisfacer la preferencia por la liquidez) y el precio de los valores financieros (para obtener ganancias por especulación). Esta interacción es compleja y se ve afectada por expectativas, opiniones y conjeturas sobre la tasa de interés y el valor de los activos financieros.

El sistema económico que se basa en la eficiencia marginal del capital oscilará entre la demanda efectiva y el desempleo involuntario, inherente al capitalismo. Para contrarrestar los comportamientos irracionales y la volatilidad social, Keynes sugirió el uso de políticas estatales, como el gasto público, para aumentar la demanda efectiva y el empleo. También abogó por que la banca central influyera en la tasa de interés, favoreciendo la inversión empresarial en lugar de los intereses financieros, para promover la acumulación de capital y mitigar los efectos negativos del capitalismo.

La complejidad de los mercados financieros se ve en comportamientos irracionales y emocionales, como el optimismo o pesimismo extremos, que pueden generar volatilidad. Por ejemplo, la compra o venta masiva de acciones basada en rumores sin fundamentos sólidos. Esto hace que la eficiencia marginal del capital, que es la rentabilidad esperada de invertir en más capital, sea incierta. “Como consecuencia de todo ello, la eficiencia marginal del capital sólo puede estimarse con probabilidad, no con certeza; esto es, que su cálculo es un tipo de creencia racional en el sentido del Tratado de Probabilidad de Keynes” (Montoya, 2012).

Conclusión.

Para nuestro autor, Alejandro Montoya, Keynes abogaba por un capitalismo con planificación estatal, pero con una fuerte actividad empresarial privada y mejoras en el bienestar de los trabajadores. Su influencia fue notable en Europa del Norte, pero menos en otras regiones como Estados Unidos, Asia y América Latina, debido a la resistencia conservadora y a las limitaciones de su teoría. A pesar de la creencia en la desaparición del rentismo financiero, la desregulación ha llevado a colapsos en la eficiencia marginal del capital, lo que hace que las ideas de Keynes sigan siendo relevantes en la actualidad. Su enfoque sobre la importancia de restaurar la confianza en los negocios es particularmente relevante.

 

Referencias.

Montoya, A. (2012). Racionalidad e irracionalidad en el pensamiento de Keynes.

 

 

1 comentario:

  1. El texto destaca la propuesta de Keynes de utilizar políticas estatales, como el gasto público y la influencia en las tasas de interés, para contrarrestar los efectos negativos del capitalismo, como la volatilidad y los comportamientos irracionales en los mercados financieros. Sin embargo, señala la resistencia conservadora y las limitaciones de su teoría en la implementación de estas políticas en diversas regiones, lo que ha llevado a una desregulación que ha aumentado la volatilidad en los mercados financieros. Aunque algunas de sus ideas pueden haber perdido relevancia, su enfoque en restaurar la confianza en los negocios sigue siendo pertinente en la actualidad, especialmente ante situaciones de incertidumbre económica y social.

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