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Ya es nuestro cuarto semestre
dando pasos, y a veces tumbos, en el largo y espinoso camino hacia la anhelada
meta de convertirnos en economistas. Qué rápido pasa el tiempo, y cuánto hemos
aprendido… sin embargo es profusamente más lo que aún falta por aprender. Esta
última es una declaración que puede tener un efecto muy desmoralizante o, por
el contrario, puede ser una inyección de energía y excitación según quién sea
el paciente. Desde mi perspectiva, habré de atreverme a definir mi proceso académico
como una oportunidad, y no cualquier oportunidad, un lujo compuesto de pequeñas
oportunidades diarias para adentrarnos sin prisa en el mundo de las ideas, de
las teorías, del conocimiento y todos esos finos conceptos que hemos venido
escuchando, o más bien reconsiderando, el último par de años. No hay mejor
manera de hacer este tránsito que de la mano de reconocidos profesionales en
nuestra área, personajes destacados del pensamiento económico que aún perviven
en nuestro mundo y en nuestra disciplina pese a que en el aspecto físico hace
muchísimos años dejaron de existir. Pero el mérito no es sólo de ellos, también
se lo debemos a otro grupo de profesionales virtuosos que, consagrados a su
labor y misión, posibilitan para nosotros los principiantes un ambiente propicio
para una mejor aprehensión, apropiación y participación de tan solemnes
saberes, a comparación del desempeño que podríamos mantener en una empresa
autodidacta. Ellos son nuestros profesores. Considero importante hacer este
reconocimiento porque es de destacar que la orientación no puede ser menos que
vital en un campo de estudio tan amplio, máxime cuando está caracterizado por
la complejidad reflejada en una plétora de caminos tan dispares a la hora de
encontrar explicaciones a los fenómenos de nuestra realidad.
En esta oportunidad he de hacer
una breve revisión a uno de los muchos debates que más evidencian el contraste
de ideas al que me he referido anteriormente. Quizá ya habíamos leído u oído
hablar acerca de él, pero es en el presente semestre que ha sido introducido oficialmente
a nosotros por cortesía de nuestra profesora en la materia de “Teoría económica
keynesiana” mediante un apasionante y elogiado documental de nombre “La Batalla
de las ideas”. Es curioso que su título corrobore lo dicho y pueda ser usado
para designar en sentido general el procedimiento que se ha seguido para llegar
a lo que es la economía hoy. Para ser más específica, el documental muestra,
con mucha calidad técnica, cómo el siglo XX y los primeros años del “nuevo
milenio” han sido testigos de una lucha ideológica de carácter económico. Un
debate que ha perdurado a través del tiempo y que difícilmente podrá abandonarnos
pronto. Los protagonistas de esta confrontación son dos economistas cuyas tesis
se suponen antagónicas.
En un extremo, tenemos al
economista inglés John Maynard Keynes, quien transmitió sus ideas principales
por medio de su obra “Teoría general de la ocupación, interés y el dinero”
publicada en 1936 y que ha influido a gran parte de los gobiernos occidentales por
más de 30 años. Su pensamiento está centrado alrededor de la idea de que es
necesario un intervencionismo del Estado sobre la economía, a través de un
control de los salarios y los precios, pues la economía de mercado por sí sola
acabaría siendo culpable de excesos que ni sus mecanismos internos podrían
controlar.
Por otro lado, el economista
austríaco Friedrich Von Hayek sugería lo contrario. Juzgaba al intervencionismo
estatal como una amenaza de la libertad. Según él sólo existiría democracia
cuando hubiera una plena libertad de mercados. Es decir, el mercado sería capaz
de autorregularse. La premisa básica de la escuela austríaca, que incluía a Von
Hayek, lo expone así: “los mercados funcionan, los gobiernos no”.
La propuesta de Keynes cobró
gran importancia en los gobiernos occidentales en especial tras la 2° Guerra
Mundial, cuando un sistema de economía mixto en el que coexistían industrias
nacionalizadas y empresas privadas, pasó a constituir una alternativa al modelo
comunista que avanzaba progresivamente en Europa. Es la época del famoso
“Estado del Bienestar” y la “edad de oro” del régimen capitalista. Al mismo
tiempo, Hayek y los simpatizantes de sus ideas vivían sus momentos más bajos, viéndose
desprestigiados continuamente. Sin embargo, esta situación empieza a cambiar a
partir de 1970, con la gran crisis que afecta a Estados Unidos víctima de la
“estanflación”, un proceso de inflación y estancamiento económico
simultáneamente. A partir de entonces, las tesis de Hayek y sus adeptos como
Milton Friedman comienzan a ganar seguidores a la vez que ganan popularidad.
El cambio más determinante se
dio a raíz de los ascensos de los gobiernos conservador y republicano de
Margaret Thatcher y Ronald Reagan en Inglaterra y Estados Unidos,
respectivamente. Thatcher inicia con una ola de privatizaciones y de supresión
de subsidios, a la par que Reagan impulsa una política de contracción
económica. Otros países también van adoptando este tipo de medidas
paulatinamente. Podemos decir que las tesis de Hayek se impusieron sobre las de
Keynes, los mercados triunfaron sobre los gobiernos. Un sistema de tales
características ha sido impuesto en la mayoría de países occidentales luego de
la caída del muro de Berlín y la desintegración de los impulsos comunistas. Un
sistema que al parecer no ha hecho más que promover las injusticias sociales y
que sólo reporta beneficios para una reducidísima clase dominante.
Son
las ideas de Von Hayek –matizadas, quizás- las que componen la base del neoliberalismo,
culpable en buena medida de la crisis actual. Los
impresionantes avances tecnológicos no han conseguido resolver los problemas
vitales del hombre ni su constante lucha por mejorar sus condiciones de vida o
reducir las desigualdades sociales. La globalización ha traído más pobres que
ricos al mundo; el medio ambiente corre serio peligro; los modelos
econométricos no logran explicar las conductas del hombre. En pocas palabras, si el mundo de las ideas logra conciliar, el mundo
real parece seguir un curso diferente sin final feliz. En este escenario
cabe lugar para la idea de que los seres humanos sí necesitan la protección de
esos Estados tan satanizados y surge de nuevo “La batalla de las ideas” reforzada
por viejos interrogantes todavía sin respuesta. Personalmente considero mi
formación académica demasiado temprana para emitir juicios apresurados, pero
espero que al avanzar en la asignatura dedicada a Keynes en mi plan
de estudios y tras un análisis minucioso sobre las premisas keynesianas en
contraste con lo aprendido hasta el momento sobre la concepción neoclásica, consiga
respuestas y una posición más consistente respecto a este importante
particular.
Considero que el texto hace un recorrido bastante claro en lo que ha sido “la batalla de las ideas” en el último siglo. Hemos conocido como se pasó de un pensamiento dominante como el de Keynes a otro como el de Hayek y las circunstancias en que se destacó cada uno, ciertamente sus ideas opuestas definieron la economía de nuestro tiempo, sus radicales opiniones aun nos hacen pensar si es sensato permitir que en el sistema capitalista el mercado siga su rumbo o si es necesaria la regulación del estado. Aunque, como dice el texto, aún estamos en formación y nos falta mucho por conocer, considero que la intervención del estado ahí donde el mercado falla es fundamental, el gobierno debe aliviar el sufrimiento que ocasionan las constantes crisis. Aun así no sabemos los nuevos problemas a los que nos tengamos que enfrentar y para los que quizá se aplique una nueva teoría, pues nuestro contexto ha cambiado mucho y necesitamos darle a la economía un nuevo rumbo.
ResponderBorrarComparto la opinon de la compañera ELIZABETH claramente se puede ver la oposicion de estos dos grandes pensadores como lo fueron KEYNES y HAYEK, en donde por verse en crisis se confió a ojos cerrados en los postulados de Keynes, pero con el tiempo decidieron volver a tomar en cuenta los planteamientos de Hayek, por una sencilla razón, la crisis ya habia pasado, lo peor lo habia logrado superar gracias a Keynes, pero a que costo si al poco tiempo habian iniciado con otra crisis, practicamente era un circulo vicioso… solo que esta vez las personas que estabn en el poder, o mejor dicho que llegaron al poder decidieron implementar otros postulados, afectando de cierta forma la economía, era casi que iniciar desde cero… con una economía más afectada que antes, decidieron dejar de nuevo una economía, como dice la compañera ELIZABETH sin rumbo.
ResponderBorrar¿Qué hubiese pasado si keynes hubiera seguido con sus postulados, hasta donde hubiese logrado salvaguadar la economía con sus conocimiento y pensamientos?
Que texto tan ameno!!!
ResponderBorrarQuisiera añadir que varios análisis apuntan a que ese viraje no solo se debió a partir del exceso de políticas económicas basadas en las teorías keynesianas, ni en la crisis de los 70’s, sino que como la amenaza comunista se había disipado con la caída del muro, ya no era necesario seguir legitimando el sistema capitalista de esa manera, esa batalla ya la habían ganado.