martes, 23 de agosto de 2016

104415013133
Ya es nuestro cuarto semestre dando pasos, y a veces tumbos, en el largo y espinoso camino hacia la anhelada meta de convertirnos en economistas. Qué rápido pasa el tiempo, y cuánto hemos aprendido… sin embargo es profusamente más lo que aún falta por aprender. Esta última es una declaración que puede tener un efecto muy desmoralizante o, por el contrario, puede ser una inyección de energía y excitación según quién sea el paciente. Desde mi perspectiva, habré de atreverme a definir mi proceso académico como una oportunidad, y no cualquier oportunidad, un lujo compuesto de pequeñas oportunidades diarias para adentrarnos sin prisa en el mundo de las ideas, de las teorías, del conocimiento y todos esos finos conceptos que hemos venido escuchando, o más bien reconsiderando, el último par de años. No hay mejor manera de hacer este tránsito que de la mano de reconocidos profesionales en nuestra área, personajes destacados del pensamiento económico que aún perviven en nuestro mundo y en nuestra disciplina pese a que en el aspecto físico hace muchísimos años dejaron de existir. Pero el mérito no es sólo de ellos, también se lo debemos a otro grupo de profesionales virtuosos que, consagrados a su labor y misión, posibilitan para nosotros los principiantes un ambiente propicio para una mejor aprehensión, apropiación y participación de tan solemnes saberes, a comparación del desempeño que podríamos mantener en una empresa autodidacta. Ellos son nuestros profesores. Considero importante hacer este reconocimiento porque es de destacar que la orientación no puede ser menos que vital en un campo de estudio tan amplio, máxime cuando está caracterizado por la complejidad reflejada en una plétora de caminos tan dispares a la hora de encontrar explicaciones a los fenómenos de nuestra realidad.
En esta oportunidad he de hacer una breve revisión a uno de los muchos debates que más evidencian el contraste de ideas al que me he referido anteriormente. Quizá ya habíamos leído u oído hablar acerca de él, pero es en el presente semestre que ha sido introducido oficialmente a nosotros por cortesía de nuestra profesora en la materia de “Teoría económica keynesiana” mediante un apasionante y elogiado documental de nombre “La Batalla de las ideas”. Es curioso que su título corrobore lo dicho y pueda ser usado para designar en sentido general el procedimiento que se ha seguido para llegar a lo que es la economía hoy. Para ser más específica, el documental muestra, con mucha calidad técnica, cómo el siglo XX y los primeros años del “nuevo milenio” han sido testigos de una lucha ideológica de carácter económico. Un debate que ha perdurado a través del tiempo y que difícilmente podrá abandonarnos pronto. Los protagonistas de esta confrontación son dos economistas cuyas tesis se suponen antagónicas.
En un extremo, tenemos al economista inglés John Maynard Keynes, quien transmitió sus ideas principales por medio de su obra “Teoría general de la ocupación, interés y el dinero” publicada en 1936 y que ha influido a gran parte de los gobiernos occidentales por más de 30 años. Su pensamiento está centrado alrededor de la idea de que es necesario un intervencionismo del Estado sobre la economía, a través de un control de los salarios y los precios, pues la economía de mercado por sí sola acabaría siendo culpable de excesos que ni sus mecanismos internos podrían controlar.
Por otro lado, el economista austríaco Friedrich Von Hayek sugería lo contrario. Juzgaba al intervencionismo estatal como una amenaza de la libertad. Según él sólo existiría democracia cuando hubiera una plena libertad de mercados. Es decir, el mercado sería capaz de autorregularse. La premisa básica de la escuela austríaca, que incluía a Von Hayek, lo expone así: “los mercados funcionan, los gobiernos no”.
La propuesta de Keynes cobró gran importancia en los gobiernos occidentales en especial tras la 2° Guerra Mundial, cuando un sistema de economía mixto en el que coexistían industrias nacionalizadas y empresas privadas, pasó a constituir una alternativa al modelo comunista que avanzaba progresivamente en Europa. Es la época del famoso “Estado del Bienestar” y la “edad de oro” del régimen capitalista. Al mismo tiempo, Hayek y los simpatizantes de sus ideas vivían sus momentos más bajos, viéndose desprestigiados continuamente. Sin embargo, esta situación empieza a cambiar a partir de 1970, con la gran crisis que afecta a Estados Unidos víctima de la “estanflación”, un proceso de inflación y estancamiento económico simultáneamente. A partir de entonces, las tesis de Hayek y sus adeptos como Milton Friedman comienzan a ganar seguidores a la vez que ganan popularidad.
El cambio más determinante se dio a raíz de los ascensos de los gobiernos conservador y republicano de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en Inglaterra y Estados Unidos, respectivamente. Thatcher inicia con una ola de privatizaciones y de supresión de subsidios, a la par que Reagan impulsa una política de contracción económica. Otros países también van adoptando este tipo de medidas paulatinamente. Podemos decir que las tesis de Hayek se impusieron sobre las de Keynes, los mercados triunfaron sobre los gobiernos. Un sistema de tales características ha sido impuesto en la mayoría de países occidentales luego de la caída del muro de Berlín y la desintegración de los impulsos comunistas. Un sistema que al parecer no ha hecho más que promover las injusticias sociales y que sólo reporta beneficios para una reducidísima clase dominante.

Son las ideas de Von Hayek –matizadas, quizás- las que componen la base del neoliberalismo, culpable en buena medida de la crisis actual. Los impresionantes avances tecnológicos no han conseguido resolver los problemas vitales del hombre ni su constante lucha por mejorar sus condiciones de vida o reducir las desigualdades sociales. La globalización ha traído más pobres que ricos al mundo; el medio ambiente corre serio peligro; los modelos econométricos no logran explicar las conductas del hombre. En pocas palabras, si el mundo de las ideas logra conciliar, el mundo real parece seguir un curso diferente sin final feliz. En este escenario cabe lugar para la idea de que los seres humanos sí necesitan la protección de esos Estados tan satanizados y surge de nuevo “La batalla de las ideas” reforzada por viejos interrogantes todavía sin respuesta. Personalmente considero mi formación académica demasiado temprana para emitir juicios apresurados, pero espero que al avanzar en la asignatura dedicada a Keynes en mi plan de estudios y tras un análisis minucioso sobre las premisas keynesianas en contraste con lo aprendido hasta el momento sobre la concepción neoclásica, consiga respuestas y una posición más consistente respecto a este importante particular.

3 comentarios:

  1. Considero que el texto hace un recorrido bastante claro en lo que ha sido “la batalla de las ideas” en el último siglo. Hemos conocido como se pasó de un pensamiento dominante como el de Keynes a otro como el de Hayek y las circunstancias en que se destacó cada uno, ciertamente sus ideas opuestas definieron la economía de nuestro tiempo, sus radicales opiniones aun nos hacen pensar si es sensato permitir que en el sistema capitalista el mercado siga su rumbo o si es necesaria la regulación del estado. Aunque, como dice el texto, aún estamos en formación y nos falta mucho por conocer, considero que la intervención del estado ahí donde el mercado falla es fundamental, el gobierno debe aliviar el sufrimiento que ocasionan las constantes crisis. Aun así no sabemos los nuevos problemas a los que nos tengamos que enfrentar y para los que quizá se aplique una nueva teoría, pues nuestro contexto ha cambiado mucho y necesitamos darle a la economía un nuevo rumbo.

    ResponderBorrar
  2. Comparto la opinon de la compañera ELIZABETH claramente se puede ver la oposicion de estos dos grandes pensadores como lo fueron KEYNES y HAYEK, en donde por verse en crisis se confió a ojos cerrados en los postulados de Keynes, pero con el tiempo decidieron volver a tomar en cuenta los planteamientos de Hayek, por una sencilla razón, la crisis ya habia pasado, lo peor lo habia logrado superar gracias a Keynes, pero a que costo si al poco tiempo habian iniciado con otra crisis, practicamente era un circulo vicioso… solo que esta vez las personas que estabn en el poder, o mejor dicho que llegaron al poder decidieron implementar otros postulados, afectando de cierta forma la economía, era casi que iniciar desde cero… con una economía más afectada que antes, decidieron dejar de nuevo una economía, como dice la compañera ELIZABETH sin rumbo.
    ¿Qué hubiese pasado si keynes hubiera seguido con sus postulados, hasta donde hubiese logrado salvaguadar la economía con sus conocimiento y pensamientos?

    ResponderBorrar
  3. Que texto tan ameno!!!
    Quisiera añadir que varios análisis apuntan a que ese viraje no solo se debió a partir del exceso de políticas económicas basadas en las teorías keynesianas, ni en la crisis de los 70’s, sino que como la amenaza comunista se había disipado con la caída del muro, ya no era necesario seguir legitimando el sistema capitalista de esa manera, esa batalla ya la habían ganado.

    ResponderBorrar