En días recientes, el Banco de la Republica ha reducido la tasa de interés a un
9,25% en un intento de estimular la economía nacional. Aunque la medida
pareciese lógica dentro del marco de la política monetaria nacional, la
efectividad real puede ser ambigua si se analizan con atención las condiciones
económicas del país. Desde un punto de vista keynesiano, esta decisión revela
tanto la voluntad de impulsar la demanda agregada como las limitaciones
estructurales que enfrenta Colombia en su intento de reactivar el crecimiento,
nos dirigimos a analizar esta dicha medida no solo como una respuesta
técnica, si no de un reflejo de la tensión entre la teoría y la realidad económica.
Deberíamos iniciar realizando un análisis también en el contexto, hay una baja
inflación o una debilidad estructural como tal?. Pues la reducción de la tasa de
interés por parte del Banco de la Republica se justifica técnicamente por la baja
en la inflación, que ha descendido al 5,1%. Esto nos quiere decir que ofrece un
margen para poder flexibilizar la política monetaria con la intención de estimular
el crédito y la inversión. Pero tengamos en cuenta que mirando desde una vista
keynesiana centrarse únicamente en el nivel de los precios puede ser una
visión muy reducida del problema. Una inflación baja no nos garantiza de por si
ella misma que la economía se encuentra en condiciones de poder retomar el
crecimiento. El desafío que hay de verdad para el país es que no solo se trata
de la estabilidad de precios, si no de un estancamiento de la demanda
agregada. Las cifras de consumo privado es uno de los motores más
importantes del crecimiento económico, nos demuestran una desaceleración
persistente. Esto nos refleja un deterioro con la capacidad de los gastos de los
hogares, principalmente afectada por el desempleo, el subempleo o la
informalidad. Aunque la inflación disminuya, si las familias no tienen ingresos
suficientes o no se sienten seguras financieramente no van a aumentar el
consumo. Para este punto la lógica keynesiana enfatiza que el comportamiento
de los agentes económicos depende tanto de un recurso como de una
expectativa.
Si nos vamos de la mano de la inversión privada es cuando el crédito no es
suficiente, pues una tasa de interés más baja debería de estimular la inversión,
pero esto asume que los agentes privados están dispuestos a invertir si el
crédito es barato. Desde una mirada keynesiana esta es una condición
necesaria pero no suficiente. Cuando hay una mayor incertidumbre sobre el
entorno de la inversión, sobre la demanda futura o sobre la estabilidad política,
el empresario puede decidir no invertir, aunque los prestamos se encuentren
disponibles. Mírese bien cuando dentro de una empresa el sector
manufacturero que analiza expandir su capacidad de producción. Aunque
ahora se pueda financiar a menor costo, no lo hará si percibe que el mercado
interno se encuentra débil o que el poder adquisitivo de los consumidores no
mejorará. Es aquí donde se evidencia la trampa de liquidez, o al menos de una
parálisis por expectativas: El estímulo monetario no solo se traduce de manera
automática en un dinamismo económico si no existe confianza en un futuro.
Ahora miremos el estado como inversor de ultima instancia, pues ante este
panorama el pensamiento keynesiano ofrece una alternativa clara, pues si el
sector privado no responde al estimulo monetario, el estado debe de asumir el
rol de inversor de ultima instancia. Esto no solo significa que simplemente se
gaste más, si no que se gaste de mejor manera, cuando digo eso me refiero en
infraestructura, en empleo público, subsidios focalizados con el consumo de
hogares vulnerables, y por último en apoyos a sectores estratégicos.
La actual medida del banco no se encuentra mal orientada, pero debe ser parte
de un paquete mucho más amplio de política económica. Un banco central
puede allanar el camino, pero no se puede caminar solo. Si el gobierno no se
complementa esta baja en tasas con un plan fiscal robusto, el país corre el
riesgo de quedarse a medio camino: ni inflación ni tampoco crecimiento, solo el
mismo estancamiento con unas tasas más bajas. Fuera de esto, el rol del
estado como un inversor de última instancia no solo tiene el efecto directo de la
demanda agregada, si no de un poderoso impacto simbólico, pues envía una
señal de confianza y de dirección a los ajetes económicos. Cuando el estado
invierte decididamente, dígase en obras públicas o en la educación técnica
para jóvenes. Activa los sectores enteros que estaban paralizados por la
incertidumbre. En economías como la nuestra, donde muchas de las
decisiones privadas van a depender de una percepción del rumbo económico
general, esa intervención pública lo que puede ocasionar es en romper el
circulo vicioso con una baja inversión y bajo crecimiento.
Con el fin de concluir el análisis, listo tenemos tasas bajas, ¿pero y entonces
que es lo que sigue?, si la reducción de la tasa de interés al 9,25% es
coherente con la lectura keynesiana que realizamos, pues se reconoce la
importancia de incentivar la demanda agregada en momentos de
desaceleración. Pero también demuestra los límites de la política monetaria
aislada. Con una vista keynesiana más madura, lo que se encuentra en juego
no se trata de solo la dirección de ajuste, si no de una coordinación efectiva
entre instituciones, instrumentos y objetivos. Sin el estimulo fiscal decidido, sin
unas políticas publicas orientadas al empleo y de una inversión publica, nuestro
país va a seguir enfrentando recuperación débil y desigual. Las tasas de interés
más bajas son solo el principio de un camino que el estado debe de recorrer
con decisión.
Bibliografía:
https://www.elheraldo.co/economia/2025/04/30/banco-de-la-republica-
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