martes, 6 de mayo de 2025

 En días recientes, el Banco de la Republica ha reducido la tasa de interés a un

9,25% en un intento de estimular la economía nacional. Aunque la medida

pareciese lógica dentro del marco de la política monetaria nacional, la

efectividad real puede ser ambigua si se analizan con atención las condiciones

económicas del país. Desde un punto de vista keynesiano, esta decisión revela

tanto la voluntad de impulsar la demanda agregada como las limitaciones

estructurales que enfrenta Colombia en su intento de reactivar el crecimiento,

nos dirigimos a analizar esta dicha medida no solo como una respuesta

técnica, si no de un reflejo de la tensión entre la teoría y la realidad económica.

Deberíamos iniciar realizando un análisis también en el contexto, hay una baja

inflación o una debilidad estructural como tal?. Pues la reducción de la tasa de

interés por parte del Banco de la Republica se justifica técnicamente por la baja

en la inflación, que ha descendido al 5,1%. Esto nos quiere decir que ofrece un

margen para poder flexibilizar la política monetaria con la intención de estimular

el crédito y la inversión. Pero tengamos en cuenta que mirando desde una vista

keynesiana centrarse únicamente en el nivel de los precios puede ser una

visión muy reducida del problema. Una inflación baja no nos garantiza de por si

ella misma que la economía se encuentra en condiciones de poder retomar el

crecimiento. El desafío que hay de verdad para el país es que no solo se trata

de la estabilidad de precios, si no de un estancamiento de la demanda

agregada. Las cifras de consumo privado es uno de los motores más

importantes del crecimiento económico, nos demuestran una desaceleración

persistente. Esto nos refleja un deterioro con la capacidad de los gastos de los

hogares, principalmente afectada por el desempleo, el subempleo o la

informalidad. Aunque la inflación disminuya, si las familias no tienen ingresos

suficientes o no se sienten seguras financieramente no van a aumentar el

consumo. Para este punto la lógica keynesiana enfatiza que el comportamiento

de los agentes económicos depende tanto de un recurso como de una

expectativa.

Si nos vamos de la mano de la inversión privada es cuando el crédito no es

suficiente, pues una tasa de interés más baja debería de estimular la inversión,

pero esto asume que los agentes privados están dispuestos a invertir si el

crédito es barato. Desde una mirada keynesiana esta es una condición

necesaria pero no suficiente. Cuando hay una mayor incertidumbre sobre el

entorno de la inversión, sobre la demanda futura o sobre la estabilidad política,

el empresario puede decidir no invertir, aunque los prestamos se encuentren

disponibles. Mírese bien cuando dentro de una empresa el sector

manufacturero que analiza expandir su capacidad de producción. Aunque

ahora se pueda financiar a menor costo, no lo hará si percibe que el mercado

interno se encuentra débil o que el poder adquisitivo de los consumidores no

mejorará. Es aquí donde se evidencia la trampa de liquidez, o al menos de una


parálisis por expectativas: El estímulo monetario no solo se traduce de manera

automática en un dinamismo económico si no existe confianza en un futuro.

Ahora miremos el estado como inversor de ultima instancia, pues ante este

panorama el pensamiento keynesiano ofrece una alternativa clara, pues si el

sector privado no responde al estimulo monetario, el estado debe de asumir el

rol de inversor de ultima instancia. Esto no solo significa que simplemente se

gaste más, si no que se gaste de mejor manera, cuando digo eso me refiero en

infraestructura, en empleo público, subsidios focalizados con el consumo de

hogares vulnerables, y por último en apoyos a sectores estratégicos.

La actual medida del banco no se encuentra mal orientada, pero debe ser parte

de un paquete mucho más amplio de política económica. Un banco central

puede allanar el camino, pero no se puede caminar solo. Si el gobierno no se

complementa esta baja en tasas con un plan fiscal robusto, el país corre el

riesgo de quedarse a medio camino: ni inflación ni tampoco crecimiento, solo el

mismo estancamiento con unas tasas más bajas. Fuera de esto, el rol del

estado como un inversor de última instancia no solo tiene el efecto directo de la

demanda agregada, si no de un poderoso impacto simbólico, pues envía una

señal de confianza y de dirección a los ajetes económicos. Cuando el estado

invierte decididamente, dígase en obras públicas o en la educación técnica

para jóvenes. Activa los sectores enteros que estaban paralizados por la

incertidumbre. En economías como la nuestra, donde muchas de las

decisiones privadas van a depender de una percepción del rumbo económico

general, esa intervención pública lo que puede ocasionar es en romper el

circulo vicioso con una baja inversión y bajo crecimiento.

Con el fin de concluir el análisis, listo tenemos tasas bajas, ¿pero y entonces

que es lo que sigue?, si la reducción de la tasa de interés al 9,25% es

coherente con la lectura keynesiana que realizamos, pues se reconoce la

importancia de incentivar la demanda agregada en momentos de

desaceleración. Pero también demuestra los límites de la política monetaria

aislada. Con una vista keynesiana más madura, lo que se encuentra en juego

no se trata de solo la dirección de ajuste, si no de una coordinación efectiva

entre instituciones, instrumentos y objetivos. Sin el estimulo fiscal decidido, sin

unas políticas publicas orientadas al empleo y de una inversión publica, nuestro

país va a seguir enfrentando recuperación débil y desigual. Las tasas de interés

más bajas son solo el principio de un camino que el estado debe de recorrer

con decisión.


Bibliografía:


https://www.elheraldo.co/economia/2025/04/30/banco-de-la-republica-

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