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Ya que se nos ha presentado la oportunidad de
abordar con tanto detenimiento el tema del empleo en esta asignatura, nuestro
deber es mantener la discusión viva alrededor de este notable particular pues
el empleo constituye un área de vital importancia en razón de que involucra en
su estudio aspectos no solo de carácter económico sino también de carácter
social, referentes a la calidad de vida y bienestar de las personas. Aun cuando
el empleo ha concentrado la atención de diversas escuelas de pensamiento
económico, el desempleo representa un problema que no ha encontrado aún
solución satisfactoria y afecta a todas las economías en el mundo, atacando
indistintamente a naciones desarrolladas y en vías de desarrollo.
En pro de nuestra misión nos hemos acometido a
revisar que la teoría clásica del empleo, como la versión keynesiana contienen
importantes postulados que intentan explicar la situación del desempleo al
interior de economías bajo el modo de producción capitalista. Sin embargo, los
postulados teóricos de la escuela clásica fueron planteados en una época en la
que el capitalismo se encontraba en su fase inicial de evolución, en donde las
contradicciones propias de este modo de producción no eran aún tan evidentes, ni
tampoco lo eran sus problemas económicos característicos como el desempleo y
las grandes concentraciones de poder económico y político en pocas manos.
Mientras que la teoría keynesiana, contenida en la “Teoría General de la ocupación,
el interés y el dinero”, del célebre John Maynard Keynes, se ubica en la fase
imperialista donde las crisis del capitalismo estaban a la orden del día,
generando consecuencias negativas como la proliferación del desempleo.
Asimismo las condiciones de 1930, contexto
histórico en el que se desarrolla la teoría keynesiana, no son ni parecidas a
las que identifican el entorno económico, político y social de los países en la
actualidad, pues este está caracterizado por procesos de internacionalización,
que suponen la movilización de mercancías, servicios y capital entre naciones;
también está la globalización que suscita interacción e interdependencia entre
factores y actores dentro de un proceso productivo, con el surgimiento de las
grandes multinacionales y de las fusiones de empresas como estrategias para
eliminar la competencia y levantar los monopolios, rasgos distintivos claves
del neoliberalismo actual.
Todas estas peculiaridades condicionan y
restringen las propuestas de solución expuestas por las dos escuelas de
pensamiento económico mencionadas, y también está el hecho de que las
diferentes teorías económicas en su mayoría se han desarrollado sobre una base
de supuestos ideales, cuyo grado de realismo de hecho alcanza niveles absurdos.
Las teorías relacionadas con este debate no son la excepción así que no es de
extrañar que consigan ser muy lógicas en su fundamentación pero fallen al
aplicarlas al mundo real.
El mercado de trabajo al ser una institución
social hace del trabajo un bien económico muy peculiar que no puede asimilarse
con el comportamiento de la oferta, la demanda y los precios en cualquier otro
mercado. Por cuenta de sus peculiaridades el escenario más frecuente, y
ocasionalmente considerado normal, es la existencia de un desempleo masivo y
permanente al salario vigente. Estas características propias del mercado de
trabajo, donde se compromete la calidad de vida de los trabajadores, donde
siempre la oferta representada en el número de trabajadores excederá en forma
considerable la demanda representada en el número de puestos de trabajo que se
necesita para incorporar a todos los empleados en el mercado laboral, son
responsables de que alcanzar el equilibrio con pleno empleo sea una auténtica
utopía. Aunque las escuelas de pensamiento económico han diagnosticado el
problema desde sus postulados básicos, las soluciones no han logrado ser lo suficiente
efectivas.
La corriente keynesiana aborda como tema principal
los factores que determinan la ocupación de los recursos disponibles en una
economía. El argumento básico de Keynes, consiste en plantear que la famosa Ley
de Say no se cumple, y en contraste señala que las funciones de oferta y
demanda agregadas son diferentes, ambas tienen pendiente positiva pero la
demanda agregada tiene una pendiente inferior a la unidad por la existencia de
la propensión marginal al consumo, de tal forma que la demanda agregada se
convierte en un obstáculo para incrementar los niveles de empleo hasta el punto
exacto para alcanzar el pleno empleo. Solo hay un punto donde la demanda
agregada es capaz de absorber exactamente la oferta agregada, ese punto es el
de la demanda efectiva. En este sentido, el libre funcionamiento de las fuerzas
de mercado no garantizaría el pleno empleo, y por el contrario siempre habrá
niveles de desempleo involuntario dentro de los sistemas económicos. Así pues,
se evidencia la necesidad de la intervención moderada del Estado mediante la
inversión y la utilización de los instrumentos de política económica para dirigir
al sistema hacia incrementos en la ocupación.
Aún a pesar de estas consideraciones que objetan
la concepción clásica, cabe destacar que en los últimos años, específicamente
desde que la política de apertura económica en Colombia tomó fuerza, los
defensores de las bondades del mecanismo autorregulador del mercado, comenzaron
a impulsar la idea de que la flexibilización del mercado laboral era una
necesidad si se quería garantizar
mayores puestos de trabajo. He ahí un asunto controvertido. La flexibilización
es ampliamente defendida por los empresarios y rechazada por los trabajadores
que la perciben como un deterioro de la calidad del empleo, en beneficio de la rentabilidad
de los empresarios a costa de empeorar la situación de los trabajadores
colombianos y de agravar la pobreza.
Si bien ha sido un ejercicio interesante el de confrontar
la teoría clásica con la teoría keynesiana, e involucrar el análisis del caso
particular del mercado laboral colombiano, no puede perderse de vista el hecho
de que se trata de un contexto histórico y geográfico por completo diferente al
contemplado por tales teorías al momento de su formulación.
En la actualidad, los diagnósticos sobre el
desempleo parecen ajustarse mucho más a la concepción keynesiana partiendo de
la premisa de que se trata de una desocupación forzosa, involuntaria y
estructural, que no depende de la flexibilidad de los salarios, sino más bien
de la falta de fuentes de empleo cuya existencia depende de la inversión. En
este orden de ideas y en razón de la ineficacia de las propuestas de solución,
se da la necesidad de fusionar las recetas tanto de la escuela clásica como de
la keynesiana, y buscar por un lado flexibilizar el mercado laboral para
generar más empleo, mientras se intenta dinamizar la demanda global por medio
de sus componentes: el consumo, la inversión, el gasto público y las
exportaciones netas. Ahora bien, la insufrible corruptela de los gobiernos a
cargo, culpable de que todos los intentos resulten en fracaso, es materia para
un próximo texto paralelo.
Considero que el sistema capitalista en el que se encontraron los clásicos estaba en una etapa diferente a la que le correspondió vivir a Keynes y a la de la actualidad, como lo argumentas en el texto, pero aun en esa época ya se lograba visibilizar los problemas que la misma dinámica del capitalismo conlleva y la cual fue objeto de estudio de varios intelectuales, uno de ellos Malthus quien ve un real problema de DEMANDA EFECTIVA argumentada en su tesis sobre la población, en ella Mathus rechaza la ley de Say observando que el pleno empleo no es siempre posible, pero Malthus con sus ideas no logra generar conclusiones y argumentos válidos sobre los problemas de demanda y por tanto no se analiza a profundidad este importante tema dejando como primacía las teorías domines en la época, esto nos lleva a la conclusión de que el aporte de ideas de diferentes autores sin importar la etapa de sistema económico en que se encuentren no deben ser simplemente descartadas, hay que evaluarlas en la profundidad, pues si los planteamientos de Malthus se hubieran analizado más a fondo hoy talvez la economía comprendería mejor las fuerzas que determinan el nivel de empleo, algo en lo que Keynes se ocupó y que quizás con los aportes analíticos de Malthus su avance hubiera alcanzado mayores niveles.
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