Para tratar de
dejar mejor entendido lo que no ha querido enseñar nuestro amigo Keynes, se debe
empezar con que El, realiza una distinción crucial entre dos afirmaciones. Una
de ellas sostiene que “el ingreso global
percibido por todos los elementos de la comunidad relacionados con una
actividad productiva necesariamente tiene un valor igual al valor de la
producción”. Keynes dice que esta afirmación es “indudable”. Es lo que
llama “el axioma de las paralelas de la teoría clásica”, si se está en el
supuesto de la igualdad entre el precio de demanda y de oferta de la producción
total. Pero esta afirmación a menudo
se confunde con la que dice que, “los
costos de producción se cubren siempre globalmente con los productos de las
ventas derivadas de la demanda”. Dado que la primera es “indudable”, se
piensa que la segunda también es cierta. Sin embargo, no lo es, ya que no
siempre se cumple que los “costos de la producción” se cubren con las ventas; o
sea, si el empresario pagó salarios y adelantó distribución de beneficios, no
siempre ese “costo” se cubrirá con la venta. Para explicarlo con un ejemplo
sencillo: si decimos que en un producto A el valor agregado se compone de
salario + beneficio, y que el pago de estos se adelanta, podemos afirmar que el
ingreso percibido por trabajadores, empresario y accionistas (“elementos de la
comunidad relacionados con la actividad productiva”) necesariamente tiene que
ser igual “al valor de la producción” (dejamos de lado el consumo de medios de
producción). Es lo que dice la primera afirmación; sin embargo, no
necesariamente se cumplirá que en la venta el empresario recupere lo que
ha pagado en salarios, o adelantado en beneficios. Esto es, la segunda
afirmación no siempre es cierta.
Observemos que en términos de la teoría marxista, diríamos que
al valor generado en la producción le debe corresponder un ingreso equivalente
por parte de obreros y capitalistas. Pero esto es así si en la venta se realiza
el valor generado en la producción; para lo cual es necesario que los
capitalistas gasten la plusvalía, (se supone que los trabajadores gastan su
ingreso en bienes de consumo), a fin de que se pueda realizar el producto. Si
por alguna razón los capitalistas no gastan la plusvalía, habrá un déficit de
demanda. Por lo tanto, a un poder de compra puede no corresponderle
una compra efectiva equivalente. Posibilidad a la que también alude
Keynes.
“La inversión tiene primacía por sobre el ahorro”. Lo cual
constituye un giro con respecto a la ortodoxia neoclásica. Según esta, el
ingreso está dado (ley de Say, pleno uso de los recursos, no hay desocupación
involuntaria); del ingreso se derivan el consumo y el ahorro; y el ahorro
siempre fluye hacia la inversión. De manera que la inversión es residuo, y el
ahorro es el elemento activo (en los modelos neoclásicos más ortodoxos, el
ahorro depende de la tasa de interés; en los manuales de macro usuales, solo
del ingreso, al igual que sucede en la Teoría General).
En Keynes, en
cambio, se supone que el ingreso no está necesariamente al nivel del pleno uso
de los recursos; y que la inversión es el elemento activo, y el ahorro residuo.
La secuencia entonces es: la eficiencia marginal del capital y la tasa de
interés determinan la inversión; la inversión, por efecto multiplicador, genera
un determinado ingreso; y este ingreso da lugar a un ahorro con el cual se
financiará la inversión.
De manera que Keynes es consciente de que no
siempre al valor de la producción le corresponde un valor equivalente por el
lado de la demanda. Por eso también critica la idea de Marshall de que “un acto
de ahorro individual conduce inevitablemente, a otro paralelo, de inversión”.
Es que un acto de ahorro (abstención del consumo) en el presente, dice Keynes,
no implica un acto de consumo futuro; por eso puede deprimir la demanda, y las
expectativas de ganancia de los empresarios y la inversión. Un acto de ahorro
individual significa, por decirlo así, el propósito de no comer hoy; pero no
supone la necesidad de tomar una decisión de consumir cualquier cosa concreta
en alguna fecha determinada. De este modo deprime los negocios de la
preparación de la comida de hoy sin estimular los que preparan algún acto
futuro de consumo. Por eso puede deprimir la eficiencia marginal del capital (o
sea, las expectativas de ganancias) y la inversión.
A
manera de conclusión, no hay forma de menospreciar, desde un encaje teórico que
se reivindica el keynesiano, el rol de la inversión en la demanda efectiva;
menos todavía, se puede afirmar que basta estimular los ingresos (y los
ahorros) para que haya inversión.
Texto citado:
Keynes, J. M. (1986): Teoría general de
la ocupación, el interés y el dinero, México, FCE
Por: Diego Fernando Palacios Oviedo
Buenas noches, las definiciones por ser directamente del libro son muy claras, sin embargo sería bueno que pongas un poco mas de tu opinión personal que por lo menos a la conclusión llegues tu y cuidado con la cohesión del texto.
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