Julián
Andrés Palacios
Desde
una perspectiva económica, si tuviéramos que definir al siglo XX en pocas
palabras, “la batalla de las ideas” sería un título apropiado para una centuria
definida por el conflicto, que más allá de la beligerancia de dos guerras
explicitas y una encubierta, marcaría el duelo de los sistemas económicos
capitalista y comunista, en una encrucijada que como diría Keynes, demarca la
esclavitud del hombre practico a merced de algún economista difunto. Es así
como se presenta la lucha de las economías de planificación centralizada contra
las de libre mercado.
Ante
la gran recesión de 1929, la teoría clásica ortodoxa quedaba desarticulada
frente a un fenómeno para ese entonces inconcebible: la posibilidad del
equilibrio con desempleo. Es ahí cuando un rebelde economista de Cambridge lo
cambió todo. John Maynard Keynes logró explicar acertadamente el estado de
aquel momento que el capitalismo padecía. Primero, logró identificar la
categoría macroeconómica que explicaba la recesión, luego la modeló
acertadamente mediante una sencilla ecuación; D=C+I+G+EXPn. La demanda agregada
es igual a la suma del consumo, inversión, gasto público y exportaciones netas.
El estado de desempleo se podía solucionar incrementando la demanda agregada,
esto mediante la disminución de los impuestos, lo que aumentaría el consumo; la baja en los
tipos de interés, que aumentaría la inversión; el aumento del gasto público, y el
decremento de los tipos de interés que activaría las exportaciones. Pues bien
estás sencillas recetas no solamente fueron útiles, sino que le proporcionaron
al capitalismo sus años de mayor crecimiento, sus décadas de oro.
Lamentablemente
el modelo de Keynes sólo preveía dos resultados antagónicos, por una parte el
desempleo y por otra, la inflación. Es por ello que tras la llegada de la
crisis del petróleo en la década del 70, promovida por el alza en los precios
del crudo por parte de la OPEP, (un cartel petrolero de gran influencia
mundial), llegaron a ocurrir simultáneamente inflación y desempleo, en un
fenómeno conocido como estanflación. Así llegaba una época en donde la falta de
ocupación ya no venía por medio de la insuficiencia de demanda agregada, sino a
partir de sobrecostes vía del encarecimiento energético. Ante la imposibilidad
de una respuesta keynesiana frente a este fenómeno, “Keynes murió” para darle
paso nuevamente a la economía neoclásica, esta vez de la mano de Milton
Friedman y Friedrich von Hayek, los cuales detentaban mejores herramientas en
el marco del combate de costos desde el interior de la empresa.
El
sistema capitalista ha demostrado no ser ajeno a las crisis, la más reciente en
2008, ha suscitado el renacimiento de teorías alternativas que expliquen los
estados depresivos y contracíclicos del sistema económico, es ahí donde Keynes
vuelve a tener un espacio, demostrando que sus ideas ¡aún viven! Por ello a
continuación se explican sus planteamientos más relevantes y las razones de por
qué hoy en día tienen plena vigencia.
Keynes
establece los fundamentos de la demanda agregada, primero refutando la Ley Say,
que dice que la oferta crea su propia demanda, para introducir el concepto de
propensión marginal a consumir, el cual explica las cuotas que se destinan al consumo y ahorro por parte de los agentes económicos. El
ahorro puede realizarse en inversión, siempre y cuando la rentabilidad de la
inversión supere a la tasa de interés real, la rentabilidad de las inversiones
es la eficacia marginal del capital. Dentro de las alternativas a los usos del
dinero, la tasa de interés es clave en la determinación no sólo del ahorro y la
inversión, sino también de la especulación, pues Keynes creía que existía una
trampa de liquidez, es decir una preferencia por valores líquidos, que frenan
las políticas económicas del manejo de la base monetaria. En pocas palabras,
una política macroeconómica de expansión de la oferta monetaria, provee dinero
que no se destina al uso corriente del consumo y el ahorro, sino a la
especulación, que por la propia trampa de liquidez presiona al alza la tasa de
interés, por lo que la escasez de crédito lleva a la incertidumbre y al
descenso del consumo, en detrimento de la demanda agregada, acabando con los
incentivos a la inversión, previendo una nueva contracción y posible depresión;
esta es la crisis en el sistema keynesiano.
Todos
estos planteamientos renacen si nos ponemos a observar, que la carencia de
demanda efectiva y los motivos especulativos son los causantes de una nueva
crisis que afronta el mundo. 2008 es conocido como el año de la crisis de las
hipotecas subprime, una hecatombe producida por las altas ambiciones del
capital y un mercado financiero desregularizado que se prestaba fácilmente a
los mayores intereses especulativos. Por otra parte las presiones de austeridad
que exige la unión europea, restringen la demanda de los países más afectados,
que se les exige el cumplimiento de unas cuotas en nombre de la estabilidad, a
costa de un desempleo rampante, que podría obtener ayuda considerable si se
reconsiderase la teoría keynesiana. Nuevamente el mundo afronta un vació en la
teoría económica, los mercados libres de la escuela neoclásica están fallando,
y Keynes reclama su sitio en el panteón de aquellos que creemos que al igual
que existen fallas de estado, también las hay de mercado, de los que creemos
que no hay respuestas absolutas. La teoría económica es más una colección de
teorías útiles que una ley concluyente, es por ello que podemos decir en nombre
de la diversidad y la heterodoxia que ¡Keynes aún vive!
Bibliografía
Novelo,
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Me parece muy importante como el texto destaca el importante papel de la teoría Keynesiana en la Economía, pero a su vez muestra las falencias que ésta misma ha presentado.
ResponderBorrarAsí mismo considero acertada la relevancia que se da a las fallas de la teoría clásica y en conjunto la susceptibilidad del capitalismo, en cuanto a las crisis.